Historia de la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario
En 1689 concedió Carlos II a Bullas el privilegio de villazgo cuando ésta contaba con 850 habitantes, que reclamaron, al mismo tiempo, la segregación religiosa de Cehegín. Hasta entonces Bullas contaba con la pequeña ermita de San Antonio Abad, agregada a Santa María Magdalena de Cehegín, que resultaba insuficiente para la población.
Tras su proclamación como villa uno de los objetivos del Ayuntamiento fue construir una nueva iglesia, a la que contribuirían los bullenses con limosnas, con su trabajo personal y con el pago de ciertos gravámenes.
Después de algunos problemas en cuanto a los derechos de parroquialidad y de remitir la planta y su tasación al Defensor de las Iglesias, el Real Concejo de Ordenes da orden a Francisco Muñoz -natural de Bullas- y a Francisco Bastida -que luego fue identificado como constructor de la iglesia- de realizar una copia de la planta y tasarla de nuevo, para poder comenzar las obras de la Iglesia, tan necesaria para el pueblo.
La inauguración
En la sesión capitular de 25 de noviembre de 1723 se dio cuenta al Ayuntamiento de la finalización de las obras y de que el día elegido para la colocación del Santísimo era el 8 de diciembre, festividad de la Inmaculada Concepción, se eligió esta fecha por deferencia hacia la titular del templo, la Virgen del Rosario. Al parecer, la titularidad se había dado unilateralmente por parte del Concejo y éste, a la vista del enorme esfuerzo que el vecindario había hecho para construir la iglesia, acordó someter a plebiscito popular la advocación.
El mismo 25 de noviembre, en cabildo extraordinario convocado a son de campana, se dio la oportunidad a los vecinos de que depositasen en una arquilla papeletas con el nombre del santo que prefiriesen. Después de una hora de admisión de votos, se procedió al recuento, hallando en total 29, de los cuales uno era para San Bartolomé y el resto para Nuestra Señora del Rosario. De este modo tan infrecuente quedó resuelta la titularidad del templo y, por consiguiente, la del patronato de la villa.
La remodelación de finales del siglo XVIII
No habían transcurrido aún sesenta años desde la conclusión de la obra cuando los síntomas de ruina general se dejaron sentir de forma alarmante, además el crecimiento de la población, en 1799 se llegaba a los 3.000 habitantes, hacia necesario un cura propio. Sin embargo la falta de dinero y la cuestión de los derechos de parroquialidad hicieron que se retrasaran las obras hasta la intervención del arquitecto Jerónimo Martínez de Lara que viendo el estado ruinoso de la iglesia se esforzó por impulsar las reformas, que finalmente se llevaron a cabo entre 1799 y 1804.